Tóxico cinco: entra, lo mira y se pregunta ¿cuan tóxico puede realmente ser?
No es casualidad. Los nombres me persiguen y los hombres que me gustan siempre tienen las mismas características. Ante todo, y más allá de cualquier otro rasgo definitorio, son tóxicos hasta la médula. Y yo, una y otra vez, voy y meto, o dejo que se metan. Me empapo, me enamoro y des-enamoro con cada palabra nueva o vieja, con cada hilo de coherencia o saliva compartido. Voy, una y otra vez, hacia el núcleo latente de eso que me hace mal con la esperanza ciega de que por una vez la realidad no esté escrita. Siempre me encuentro mirándome al espejo alguna madrugada, incomoda por el colchón, por los ruidos, por la presencia de ese cuerpo que me es extraño y conocido a la vez. Me miro y me pregunto quien soy yo, y quién es la persona con quien estoy durmiendo.
Otras veces, las más entretenidas y dolorosas, y cuando más se pone en juego mi palabra y mi deseo, no me animo a sentenciar la toxicidad del otro. Me miro en su espejo una madrugada y sólo pregunto: ¿cuán tóxico puede realmente ser? Y ahí sí, definitivamente, me pierdo contenta en ese colchón incomodo, en esos ruidos que nunca escuche antes, me acoplo al cuerpo del otro y me hago una con él y con la posible toxicidad que contiene su existencia. Como si entre sueños le dijera: intoxicame, que está bien. Sí, ahí sí, estoy perdida y sin salida.
Amargo o dulce, o una mezcla de los dos, como le gusta a él, el devenir empieza a desgajarse ante mi cuerpo como una nube de impaciencia, de palpitaciones extrañas, de dolor, vergüenza, y sueños cortos dónde siempre está él haciéndome alguna pregunta extraña, desmedida, fuera de tiempo, de lugar y de forma. Amargo o dulce, se desenrolla el devenir.
Y me someto a la duda, la gran duda incontestable, acerca de su toxicidad y el efecto –permanente o momentáneo- que podría llegar a tener en mi cuerpo. Lo tóxico empieza a crepitar con las llamadas sin contestar, con las excusas, con las palabras no dichas y con las dichas demasiadas veces. Crepita y la miro subirse a mis pies. Y aunque me devore la curiosidad, o las ganas de salir corriendo, me duermo todas las noches haciendo un corte transversal y casi perverso entre pulp y nine inch nails (por el que más de uno me querría asesinar):
You are the drink i should have never drunk, you are the cut that makes me hide my face, you are the needle in my vein, you are de bullet in the gun, you are all the things i cannot hide, and I am the sex that you provide, I am denial, guilt and fear, and I control you. Oh well, you know what I mean. I've done this before and I will do it again. Menos mal que sólo somos amigos.
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